El kickboxing pega fuerte en Senegal
Fotografía: AFP




Dakar, Senegal

¡Booom! El impacto del golpeo en el punching-ball resuena en esta sala de Senegal, un país donde el kickboxing está dando alegrías. ¡Booom! Ahora una patada. El impacto es fuerte y el saco de boxeo se levanta antes de caer sobre su peso con fuerza.

Con el torso desnudo y la musculatura en tensión, el nuevo campeón mundial senegalés de kickboxing en la categoría de -90 kg, Mouhamed Tafsir Ba, encadena golpes a una velocidad vertiginosa en una pequeña sala de entrenamiento de Dakar.

A finales de septiembre, este púgil dio a Senegal el primer título mundial de su historia en el kickboxing, un deporte al alza en este país del oeste de África. En la categoría femenina, su compatriota Ndeye Khady Diallo obtuvo la plata por segunda vez consecutiva en peso ligero (-60 kg).

Esos resultados mundiales ponen el foco en esta disciplina, que en Senegal apareció hace una treintena de años y que se mantuvo viva gracias en gran medida a la pasión de sus practicantes, que compensaron con entusiasmo la falta de medios e inversiones.

El kickboxing pega fuerte en Senegal

Fotografía: AFP

En esta vetusta sala de entrenamiento, dentro de un cuartel militar, el entrenador Phamora Touré prepara al equipo nacional senegalés y transmite a las principales figuras del país sus instrucciones y consejos.

Este excampeón de África, que descubrió este deporte viendo a la estrella belga del cine de acción Jean-Claude Van Damme, es uno de los pioneros que dieron impulso al kickboxing en Senegal a finales de los años 1990.

"Entre 2022 y ahora hemos tenido un aumento del 300% de adhesiones", indica Yakhya Diop, presidente de la Federación, que estima que el número de practicantes es ahora de unos 6.000, repartidos en una cincuentena de clubes.

- Tradición de luchadores -

El 'coach' Phamora Touré detectó las capacidades de Mouhamed Tafsir Ba cuando asistía a una competición de boxeo inglés. "Vi sus cualidades y su potencial si comenzaba a trabajar su golpe de pie", relata.

En menos de tres años, ese púgil senegalés-guineano, originario de un barrio popular de la capital Dakar, ha alcanzado la cima mundial de su deporte.

"Quería emigrar, viajar a un país como Francia o Estados Unidos, porque pensaba que si no estaba allí no iba a poder triunfar nunca. Cuando descubrí los deportes de contacto decidí quedarme aquí", admite el campeón.

"Como senegalés, entrenando aquí puedes convertirte en una leyenda o ser campeón del mundo" si trabajas "mucho más duro" que los demás, estima.

Antes del kickboxing, el joven de 23 años probó con el karate, el patinaje, la gimnasia, el kung-fu y el boxeo inglés. En el futuro sueña con triunfar en las artes marciales mixtas (MMA).

Los senegaleses tienen una tradición larga en los deportes de combate. La lucha senegalesa es uno de los deportes más populares del país.

Uno de los mayores temores de los practicantes de este tipo de deportes son las lesiones ya que los cuidados y tratamientos pueden resultar muy costosos. La mayoría de los púgiles y luchadores no tienen seguros y no reciben reembolsos tras sus intervenciones o tratamientos.

  • "Es difícil encontrar sparrings porque se niegan a recibir algunos golpes para no terminar lesionados", lamenta Mouhamed Tafsir Ba.
El kickboxing pega fuerte en Senegal

Fotografía: AFP

- Medios limitados -

Otro obstáculo es la falta de medios, que afecta directamente a los viajes para competiciones o a las facilidades para entrenar. En las instalaciones suelen faltar rings y material de protección, o el que hay está en mal estado.

"La tesorería viene de nuestros bolsillos", dice el presidente de la Federación, Yakhya Diop. Para atraer practicantes en entornos desfavorecidos, el precio de la licencia se ha rebajado de 10.000 a 3.000 francos senegaleses (de 15 a 5 euros, aproximadamente (16 a 5,4 dólares).

El número de inscritos se ha multiplicado, pero la Federación nacional sobrevive con un presupuesto anual de menos de 2.000 euros [2.160 dólares], dice Diop.

Los éxitos en el reciente Mundial podrían ayudar a desarrollar "un centro de alto rendimiento", a atraer patrocinadores, aumentar los ingresos y formar a una nueva generación.

Amadou Keita, de 12 años, es una de las grandes esperanzas y entrena junto a sus ídolos. "Es inspirador ver cómo entrenan, sin rendirse. Yo también quiero ser campeón del mundo", asegura ilusionado.