Lajas Blancas, Panamá.
Sentado afuera de una tienda de campaña, Oswards Ruíz dice que se marchó de Venezuela, tras la cuestionada reelección de Nicolás Maduro, porque lo "iban a matar".
"El pueblo logró lo que queríamos: ganar las elecciones, pero nos las robaron", dice a la AFP este migrante de 39 años, tras huir de su país y cruzar la inhóspita selva panameña del Darién.
"Yo no quería salirme de Venezuela, pero tuve que huir porque me iban a matar", agrega.
- Tras la victoria de Maduro el 28 de julio, cuestionada por la comunidad internacional, Ruíz asegura que empezó a recibir amenazas de muerte por respaldar a la oposición. Por eso, decidió marcharse con un amigo desde Venezuela, donde tenía un negocio de comida rápida.
Como miles de venezolanos que tratan de llegar a Estados Unidos, Ruíz cruzó el Darién, la selva panameña situada en la frontera con Colombia.
En la aldea selvática de Lajas Blancas, 250 km al este de Ciudad de Panamá, un militar venezolano da un testimonio similar, sin revelar su nombre verdadero por temor a represalias.
"Tuve que salir huyendo con mi familia, con mi mascota (una perra) y con miedo", declara a la AFP José (pseudónimo), quien dejó Venezuela antes de los comicios.
"Tuvimos la esperanza de que este gobierno ya se acabara para poder regresar a nuestro país y empezar desde cero".
Pero con la reelección de Maduro "todas esas ilusiones se fueron abajo", sostiene.
Arrastrado por un río
En el Centro de Recepción Temporal para Migrantes de Lajas Blancas, los que llegan duermen en barracones de madera o en tiendas de campaña.
En este lugar, el gobierno panameño, con organizaciones internacionales, brindan servicios básicos antes de permitirles seguir su viaje hacia Costa Rica, próxima escala para quienes cruzan el Darién, convertido en un corredor para los migrantes que desde Sudamérica tratan de llegar a Estados Unidos.
"Esa selva es muy dura, muy dura. Esa selva es lo peor que le puede pasar a un ser humano", afirma Ruíz, quien dice haber visto "personas fallecidas" en la jungla.
A pocos metros, la venezolana Rosa Pérez llora, pues un medio hermano de su hijo, que viajaba con ellos, no ha aparecido tras ser arrastrado por la corriente de un río. Milagrosamente su hijo sobrevivió.
"Cuando estaban pasando el río se resbalaron y él (su hijo) salió porque su bolso flotó, (pero) el otro muchacho no, no sé si salió", relata la mujer de 40 años, mientras muestra una foto del joven desaparecido.
¿Ola migratoria?
En 2023, un récord de más de 520.000 personas pasaron por la jungla panameña, enfrentando peligros como ríos caudalosos, animales salvajes y grupos criminales.
Sin embargo, este año la cifra se ha reducido: hasta ahora 260.000 migrantes han ingresado a Panamá por la selva, dos tercios de ellos venezolanos.
"Se espera cerrar el año con menos cantidad que en el 2023" por el "bloqueo de los pasos ilegales que existían" en el Darién para los migrantes, asegura el comisionado de la policía fronteriza de Panamá, Alexis de Gracia.
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, ha expresado su temor a un incremento de migrantes venezolanos tras la reelección de Maduro.
"La inestabilidad política es una de las causas generadoras de la migración masiva (...) Venezuela es un ejemplo concreto", dijo Mulino el miércoles en su discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Pero el número de venezolanos se ha reducido. Hasta el 25 de septiembre, cruzaron la selva unos 176.000, un 30% menos que en el mismo período de 2023.
Mulino ha deportado desde que asumió el poder el 1 de julio a migrantes colombianos, ecuatorianos e indios en vuelos financiados por Estados Unidos, bajo el paraguas de un acuerdo bilateral.
Sin embargo, las autoridades panameñas dejan seguir a los migrantes venezolanos, ya que Caracas prohibió los vuelos panameños por las críticas a la cuestionada reelección de Maduro.
"Nadie pasa por ahí (la selva) porque quiere", afirma Pérez.
"Van a salir más personas de Venezuela mientras siga este gobierno, porque la gente se va morir de hambre allá", dice a la AFP el venezolano Marcos Arcilla.