¿Por qué llega alguien a asesinar? ¿Qué rasgos en común comparten las personas que acaban con la vida de otras personas? ¿Qué características diferencian al parricida de otros tipos de asesinos? ¿Los asesinatos de las películas y series pueden inducir a alguien a matar?
Una reconocida especialista ofrece, en entrevista con EFE, una mirada profunda y rigurosa al inquietante mundo de los homicidas.
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“Estamos acostumbrados, quizá por la influencia de las series y películas, a que una persona pase por las distintas fases previas al acto criminal como son el de la fantasía o la planificación. Sin embargo, no siempre sucede de este modo”, explica a EFE, Ana Mendoza, criminóloga y especialista en el género ‘true crime’.
“Las motivaciones que desatan un acto criminal son variadas, pero lo que despierta el gatillo, lo que se convierte en el punto de inflexión, es donde radica el verdadero entendimiento de cada caso de manera más profunda. Un comentario, un gesto, una situación específica, puede ser el detonante”, señala Mendoza.
“El asesino elige a su víctima porque encaja en el patrón de su fantasía y deseo, bien sea por características físicas o porque representen algo concreto para el agresor. Le mueven los celos, la venganza o la codicia, entre otras motivaciones”, según Mendoza.
- La criminóloga y divulgadora Ana Mendoza (Valencia, España, 1990) es una de las mayores conocedoras tanto de la complejidad del crimen como de la mente criminal.
Mendoza (@anamendoza.2; @aisa_mendoza) es graduada universitaria en Criminología y Seguridad; ha colaborado con la Policía española en la elaboración de informes de prevención de seguridad vial, y ha trabajado en la revisión de casos sin resolver con asociaciones sin ánimo de lucro.
Desde 2022 desarrolla su labor divulgativa a través de su podcast ‘Crónicas de la Calle Morgue’, en iVoox (www.ivoox.com/podcast-cronicas-calle-morgue_sq_f11436296_1.html), que acumula más de cinco millones de escuchas, dedicándose en exclusiva a este programa, que ha consolidado su carrera en el género del ‘True Crime’ centrado en la recreación y análisis de crímenes reales.
En su reciente libro, ‘Donde más duela’, Mendoza reconstruye y analiza uno de los casos más mediáticos y controvertidos de la crónica negra en España: la historia de una madre, Paquita, que acabó con la vida de sus dos hijos en Santomera (Murcia, España) en 2002, ya ha cumplido su condena y se encuentra actualmente en libertad tras pasar dieciocho años entre rejas.
Tanto en sus podcasts como en su libro, Mendoza construye una minuciosa narración de los casos que aborda, basándose en documentación judicial, informes forenses, entrevistas con expertos y testimonios reales, no solo relatando los hechos en sí, sino analizando además las motivaciones, perfiles psicológicos y circunstancias involucradas en esos asesinatos.
Por eso, nadie mejor que ella para desvelar los factores personales, patológicos, sociales y culturales, así como las complejidades, que influyen en la conducta criminal, un tema que analiza en profundidad en una entrevista exclusiva con EFE.

Foto: Alrevés Editorial
Pregunta (P). – ¿Por qué llega alguien a convertirse en asesino?
Respuesta (R).– El asesinato ocurre porque se dan las circunstancias adecuadas para que esto suceda.
Estamos acostumbrados, quizá por la influencia de las series y películas, a que una persona pase por las distintas fases previas al acto criminal, como las de la fantasía o la de la planificación. Sin embargo, no siempre sucede de este modo.
Esto me lleva a recordar un famoso caso que sucedió en Alicante (España) en 2005, cuando María del Carmen García quemó vivo a Antonio Cosme, quien en 1998 había agredido sexualmente a la hija de ésta, Verónica.
(P). – ¿Podría describir ese crimen acontecido en Alicante?
(R). – El caso de agresión sexual se llevó a juicio y la condena impuesta a Antonio fue mínima y pagó tan solo una parte de la indemnización. Aparte de la frustración que esto provocó en la familia (la sensación de injusticia), tuvieron que sufrir también el estigma social en el pueblo donde residían, Benejúzar.
Siete años después, en 2005, Antonio se cruzó con María del Carmen y le preguntó qué tal estaba Verónica. Ella lo entendió como una provocación y fue a comprar una garrafa de gasolina.
Regresó para buscar a Antonio y después de rociarlo con el líquido, le prendió fuego mientras le decía “esto es para que no me olvides”. Antonio falleció diez días después y María del Carmen fue sentenciada a nueve años y medio de prisión.
(P). – ¿Qué reflexiones le ha inspirado ese caso en concreto?
(R). – Este caso me lleva a pensar que aunque las estadísticas nos muestren una serie de patrones que se repiten en los distintos perfiles de asesinos que se han podido conformar a lo largo de años de estudio, cada caso es único y las circunstancias que rodean un hecho así lo demuestran.
Las motivaciones que desatan un acto criminal son muy variadas, pero lo que ‘despierta el gatillo’, lo que se convierte en el punto de inflexión, es donde radica el verdadero entendimiento de cada caso de manera más profunda.
Un comentario, un gesto, una situación específica… puede ser el detonante. Luego, a partir de ahí, se analiza el contexto y el pasado y podemos obtener respuestas a todas esas preguntas.
(P). – ¿Qué características suelen estar presentes en los perfiles de los asesinos?.
(R). – Aunque no hay factores que sean determinantes por sí solos, sí que es cierto que las estadísticas nos han ayudado a establecer un patrón común para este tipo de delincuentes.
Con esto me refiero a que presentar uno de esos factores no es sinónimo de tener predisposición al crimen. Por ejemplo, un factor muy extendido es haber sufrido abusos durante la infancia.
Es un patrón que algunos asesinos comparten, pero haberlos sufrido no es un desencadenante directo de un crimen.
Más bien podemos hablar de una combinación de muchos factores. No hay algo específico que suceda en la vida de alguien que inevitablemente lo aboque al mundo de la criminalidad.
(P). – ¿Cuál sería el patrón común de los delincuentes que acaban con la vida de otras personas?.
(R). – Aparte de presentar un historial de abusos, negligencias, familias disfuncionales o la crueldad hacia los animales en edades tempranas, hay otros factores que también se han asociado a los criminales.
No podemos olvidar los factores genéticos como las anomalías en la corteza prefrontal del cerebro, que se encarga del control de impulsos y es la responsable del juicio, por ejemplo.
También hay que tener en cuenta los trastornos psicológicos, ya que muchos criminales presentan rasgos o condiciones que predisponen a la violencia como la falta de empatía y remordimiento, un narcisismo agravado, impulsividad y baja tolerancia a la frustración o el famoso trastorno antisocial de la personalidad, comúnmente conocido como psicopatía.
En este caso, la mayoría de los que presentan rasgos psicopáticos no cometen asesinatos, pero quienes sí los cometen suelen ser bastante violentos debido a esa falta de empatía, convirtiéndose en seres crueles y sádicos, también por su falta de remordimiento.
De ahí que sean más notorios y, de algún modo, sobresalgan más que el resto y llamen más la atención a nivel social.
(P). –¿Qué rasgos presenta un parricida, como la madre que mató a sus hijos en Santomera, cuyo caso describe en su libro?
(R). – Su principal diferencia con otro tipo de asesinos es la relación de parentesco con la víctima. Los parricidas actúan dentro del ámbito familiar con dinámicas disfuncionales.
Las motivaciones de quien comete parricidio son diversas, desde haber sufrido maltrato de agresores durante la infancia, replicar los comportamientos que ellos mismos han sufrido y llegar al culmen de delito cometiendo un asesinato, hasta situaciones donde llegan a la conclusión de que cometer el acto criminal supone liberarse y lograr la independencia que buscan.
También puede presentar un historial de enfermedades mentales, trastornos o adicciones. Algo que les caracteriza es que, por lo general, que no tienen antecedentes penales.
(P). – ¿Y cuáles suelen ser las motivaciones de los asesinos “no parricidas” en general?
(R). – A otros asesinos, distintos del parricida, les mueven otros impulsos como la fantasía, el control y el poder sobre la víctima.
No tienen una relación directa con la víctima. No la conocen y simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, o establecen un vínculo previo muy fugaz.
Eligen a la víctima porque encaja en el patrón de su fantasía y deseo, bien sea por características físicas o porque representen algo concreto para el agresor. Les mueven los celos, la venganza o la codicia, entre otras motivaciones.
Aunque pueden ser impulsivos, algunos asesinos suelen planificar los crímenes y si reciben una satisfacción al cometer el hecho, su fantasía se dispara y vuelven a recrearse en lo que han hecho.
Esto les motiva a continuar, lo que lleva a la comisión de más crímenes donde van perfeccionando su ‘modus operandi’ y corrigiendo los posibles errores que detecten que han cometido.
(P). – ¿Los asesinatos de la ficción fílmica podrían inducir a algunos individuos predispuestos a matar cometer crímenes?
(R). – Por lo general, esto no sucede. El porcentaje de crímenes que se cometen donde la motivación principal viene de una serie, película, u otra ficción, es mínimo, aunque ocurre.
Son casos aislados, pero suceden y, por las circunstancias que los rodean suelen ser bastante llamativos socialmente.
Recientemente, en marzo de 2025, Reed Gelinskey, de 15 años de edad, asesinó a su madre Suzanne, por ejemplo.
(P). – ¿Cómo fue ese crimen inspirado en una serie televisiva?
(R). – Este joven se vio inspirado después de haber visto la serie de Netflix de ‘Los hermanos Menéndez’.
Según lo que ha podido saberse de este caso hasta el momento, el adolescente planeó el crimen y escondió unos medicamentos para después pedirle ayuda a su madre y que le ayudara a buscarlos.
Cuando ella le dio la espalda, él la golpeó en la cabeza haciéndola caer al suelo. Luego, la apuñaló cinco veces con un cuchillo: tres en el pecho y dos en el cuello.
Cuando llegó la policía, Reed estaba sentado en una silla con la ropa manchada de sangre y sosteniendo todavía el arma homicida.
Estaba esperando la llegada de su padre. La escena de cómo acabaría con ellos le vino a la mente cuando vio la escena de la serie donde los hermanos llevaban la escopeta.
En este caso, Reed tomaba medicación para la ansiedad y la depresión y declaró que ese día se sentía especialmente mal.
De momento, no hay un informe psiquiátrico que determine qué pudo sucederle en realidad, el cual será fundamental para entender la mente de este adolescente, según concluye la criminóloga Ana Mendoza.
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