
Castrop-Rauxel.
Un original proyecto carcelario en Alemania compromete a los presos para que críen gallinas que iban camino del matadero, lo que reduce la agresividad entre los reclusos y hace aflorar sus facetas más sensibles.
Ryan, de 23 años, Manuel, de 35, y Marco, de 42, cuidan actualmente las numerosas gallinas y los dos gallos en las instalaciones de la prisión de Castrop-Rauxel. Si un animal se escapa, ellos lo capturan.
"Incluso el delincuente más curtido y musculoso derrama a veces una lágrima cuando llegan las gallinas enfermas y sufrientes", observa la funcionaria de prisiones y gestora del proyecto Anika Schäfer.
Desde que comenzó la iniciativa hace diez años, muchos reclusos alimentaron a los animales "con pasión" y les organizaron un hogar limpio. Y Schäfer cuenta que el trabajo se volvió muy popular y la lista de espera para la zona menos controlada de la cárcel es larga.
En algunos estados federados como Berlín o Baden-Wurtemberg, una o dos prisiones trabajan con animales. Renania del Norte-Westfalia está a la vanguardia en lo que respecta a las aves de corral, con cinco. El mayor número de animales -más de 90- se encuentra precisamente en la cárcel de Castrop-Rauxel.
Ryan no tenía antes ninguna relación con las gallinas.
"Pero me encantan los animales y, dadas las circunstancias, es el trabajo perfecto para mí", dice este hombre que lleva poco más de dos meses en la cárcel. Empieza a las 6:40 de la mañana, distribuye el pienso, cambia el agua.
"Limpiamos los gallineros cada una o dos semanas, pero no demasiado seguido: a las gallinas no les gusta".
El joven de 23 años está cumpliendo una pena por hacer una declaración falsa ante la justicia. Hasta que vuelva a salir en mayo, quiere quedarse con las gallinas. "Es bueno tener un poco de paz y tranquilidad, para despejarme".
Se encariñó particularmente con el gallo Rio, aunque ahora tiene un vínculo con todos ellos. "A las gallinas blancas las llamamos Bella, son un poco más descaradas". A las marrones y negras les dicen Frieda.
Su compañero Manuel acaba de "cosechar" un pequeño huevo marrón. Este hombre de 35 años tiene que cumplir su condena -por fraude- hasta diciembre. "Siempre es agradable trabajar con los animales", asegura.
Las jornadas son largas y a veces solo viene a sentarse entre las gallinas que cacarean para desconectar.
"Al principio te preguntas: ¿lo estás haciendo todo bien? Tienes una responsabilidad. Pero las gallinas están contentas, se nota, y eso es una linda confirmación".
También implica trabajo manual y físico como arreglar establos y construir cercas, ideal para Manuel, quien es jardinero y mecánico. "Cuando voy a mi habitación por la noche, cumplí mi objetivo del día".
Los aproximadamente 350 reclusos pueden moverse libremente por el terreno de la prisión y trabajar en la cocina, la cerrajería o el taller de carpintería.
A algunos se les permite salir por horas, previo control de seguridad, para trabajar fuera de la cárcel, por ejemplo en la ciudad de la cuenca del Ruhr. La prisión abierta pretende preparar a los presos para la vida cotidiana tras su puesta en libertad, como explica el portavoz de la prisión Marc Marin.
- El gallinero funciona de forma provechosa para todos los que participan, señala. Está demostrado, agrega, que trabajar con animales puede reducir la agresividad. En el gallinero se producen unos 200 huevos a la semana, que se venden al personal de la prisión.
"Hay que tener buen ojo para los animales, ser de fiar y saber meterse en faena", explica Anika Schäfer. Los presos con discapacidades físicas o mentales que no pueden trabajar en los talleres son bienvenidos, explica.
El trabajo con las gallinas hace aflorar a veces facetas "muy sensibles y empáticas" en los presos, subraya el Ministerio de Justicia de Renania del Norte-Westfalia. Incluso presos muy retraídos suelen soltarse, a la vez que aumentan la competencia social, la resistencia al estrés y la autoestima.
Mientras Marco trabaja en el suelo de arcilla, cuenta: "Tengo una discapacidad grave del 80 % y pensé que podría financiarme la vida más fácilmente con varias estafas". Pero ahora se arrepiente:
"Trabajar con las gallinas es creativo y muy divertido. Cuando vuelva a salir, veo algunas oportunidades, quizá en un refugio de animales o en el comercio de mascotas".
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