Álvaro Montelongo y la danza como camino hacia la verdad interior
Cortesía- @alvaromoves




Guadalajara, Jalisco.

El movimiento llegó antes que las palabras en la vida de Álvaro Montelongo Alí Modad. Desde niño, su cuerpo encontró en la danza una forma natural de expresión que, con el paso de los años, se transformó en una carrera sólida y diversa.

Bailarín, cantante, coreógrafo y productor, Álvaro ha construido un trayecto que cruza el ballet, el contemporáneo y el teatro musical, siempre con una inquietud constante: usar el arte como un puente hacia la verdad interior.

Su primer acercamiento formal a la danza ocurrió a los ocho años, en la Academia de Danza Doris Topete. Aunque el inicio estuvo marcado por la rigidez de la disciplina y por romper estereotipos, pronto apareció la certeza de que ese era su lugar.

“Mi primera clase formal fue a los 8 años… al principio lloré porque sentía que estaba haciendo algo así como rompiendo las reglas, porque seguimos viviendo en una sociedad donde los niños son futbol y las niñas ballet.

Pero al mismo tiempo era muy natural seguir los pasos, practicar, estar ahí. Yo siempre tuve esta mentalidad de que era increíble, de que podía hacerlo, y así me fui quedando”.

Tras ese primer periodo de formación, su camino tuvo pausas, mudanzas y regresos. Vivió en Canadá, se alejó momentáneamente de la danza y volvió a ella a partir del teatro musical, un lenguaje que amplió su horizonte artístico.

Ese tránsito lo llevó a tomar decisiones determinantes, como dejar la preparatoria para entrenar profesionalmente, viajar a Veracruz, Florida y Nueva York, y asumir el ballet como una herramienta para profundizar en otros estilos.

Su formación continuó en The Sarasota Cuban Ballet School, The Ailey School y, más adelante, en la University of Southern California, donde obtuvo un BFA in Dance. Ese periodo marcó un antes y un después en su manera de concebir la danza.

“Ahí dejé de percibirla solo como ejecutar pasos en el escenario. Empecé a verla desde un contexto cultural: cómo las normas sociales crean movimiento, cómo la danza convive con la comunidad, cuál es el rol del bailarín.

Teníamos espacios para discutir la paga, la creación, la composición, y eso me abrió el panorama. Ya no era solo bailar, sino entender para qué y desde dónde se baila”.

  • Tras graduarse, formó parte de la compañía Alonzo King LINES Ballet, una experiencia que consolidó su presencia escénica y su identidad artística. En paralelo, ha desarrollado su faceta como creador con obras propias como Incipiens, Óyeme con los ojos y ROOTED, donde el eje temático se mantiene constante: provocar en el espectador un encuentro consigo mismo.

Hoy, Álvaro se asume en una etapa de maduración creativa. Entre proyectos en desarrollo y nuevas presentaciones, su búsqueda sigue siendo la misma que lo impulsó desde niño: hacer del movimiento un espacio de revelación personal y colectiva.


Héctor Navarro